Tengo 1001 maneras de decir te quiero...

Hola,

hoy titulé este post con el nombre de: "Tengo 1001 maneras de decir te quiero", para decirle a alguien muy especial en mi vida, que hay muchas maneras de decirle que le estimo, que le admiro, que le quiero, que me preocupo por él, que deseo su bienestar y su felicidad.

Quiero decirle que mi manera de demostrar que fue, es y será una persona muy especial en mi vida es demostrarle con pequeñas palabras o acciones que estuve, estoy y estaré cuando necesite de mi apoyo.

Hay un poema de Jaime Sabines (uno de mis poetas favoritos) que relata muy bien, lo que quiero decir en este post.

Amo la poesía de Jaime Sabines, pero este sentimiento me hace escribir mi propia poesía. 

Me gusta decir que tengo 1001 maneras de decir te quiero, cuando te digo:

¿ya comiste?  ¿estás bien? ¿cómo estás? o cuando te digo: te vas con cuidado, espero que tu familia se encuentre bien, aquí hay un lugar para ti, aquí tienes lo que necesitas y hay algunas otras cosas que sólo se quedan en mi mente, que en mis sueños estás presente también y que a pesar del tiempo hay algo que siempre me hace buscarte y quererte tener cerca, algunas otras veces me lo evito por seguridad propia.

Pero sí, quiero decirte que tengo 1001 maneras de decir te quiero y que trataré de que cada instante sea posible demostrarte cada una de los modos y quizás en algún momento me los inventaré o desde la energía pediré que estés bien y que seas muy feliz, estés donde estés y te encuentres con quien te encuentres.

Con amor y cariño, en este tiempo de mercurio retrógrado y en el mes de soltar aquello que queremos o simplemente expresar lo que de fondo sentimos, esto último es mi intensión, expresar el sentir de mi día a día cada que te veo, te siento y te percibo en energía.

Alo.

Te quiero a las diez de la mañana - Jaime Sabines


Te quiero a las diez de la mañana

Jaime Sabines

Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí. 

Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño. 

Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?




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